Irina
Malenko es la autora del libro "Soviética", una trilogia plena de
personajes que tienen algo en común que aunque nacieron y se criaron en
varios rincones de nuestro planeta, sin embargo, todos ellos tienen una
postura firme en contra de la injusticia, el odio al imperialismo, el
amor a la humanidad.
La
autora, nacida en la Union Soviética en los sesenta, emigró a Irlanda
tras la reinstauración de la barbarie capitalista en Rusia y el resto de
repúblicas soviéticas, para buscar trabajo. Allí se dedicó a traducir y
a escribir sobre sus experiencias y todo lo que no se cuenta o directamente
se manipula sobre el Socialismo soviético.
Por Syu, Sri Lanka. Publicado en
ingles en Marxism-Leninism Today. Redacción, traducción y correcciones
ortográficas Máximo Falcón.
Irina Malenko, es autora del libro "Soviética", y es entrevistada
por Syu, en lenguaje cingalés, y reproducido en inglés para la revista
de la Unión de la Juventud Socialista de Sri Lanka. La entrevista será
publicada por Syu pronto.
Syu: Camarada Irina, le damos la bienvenida. En la revista de la
Unión de la Juventud Socialista de Sri Lanka, hemos pensado tener un
tipo especial de conversación con usted.
Usted no es ajena a nuestro país y su juventud. Ellos la conocen por
su libro, Soviética. Las secciones que han sido traducidas extraídas de
su libro fueron publicadas aquí. Pensamos que, en nuestra entrevista,
usted podría comentar a nuestros jóvenes acerca de la vida de una
colegiala soviética y un estudiante universitario soviético. En resumen,
pensamos hablar de su infancia, de la vida escolar y la juventud en ese
vasto país, la Unión Soviética.
Primero, y antes de eso, nos gustaría saber de Vd., y sobre su vida actual y sus actividades.
I: Mi nombre es Irina Malenko. Tengo cuarenta y cinco años de edad. Nací
en Tula, en la URSS y viví en la Unión Soviética hasta que tuve
veintidós años. Me gradué en el Instituto de Historia y Archivos de
Moscú, y luego emigré a los Países Bajos a causa de circunstancias
personales. Viví allí durante ocho años, me gradué en la Universidad de
Leiden con una licenciatura en lenguas y literatura eslavas, y luego me
mudé a Irlanda en busca de trabajo.
Sigo viviendo en Irlanda en la actualidad. Soy traductora/intérprete y
una activista política. En 1999 empecé a escribir, no como una escritora
de pago, sino como una respuesta a la llamada de mi corazón, siendo mis
primeros informes para varios sitios web rusos, luego mis propios
artículos y, por último, mi novela, Soviética, en 2009. Estoy orgullosa
de decir que soy una comunista y una mujer soviética.
Syu:
Usted nació en la Unión Soviética. Usted se crió allí. Si puede, por favor describa su infancia y su familia.
I: Hablar de la sociedad soviética cuando era niña..., si tuviera que
decir que mi infancia fue muy feliz, esto no sería algo inusual. La
mayoría de la gente de mi generación que creció en la URSS puede contar
una historia similar. Nací siendo la única hija de mis padres, me
tuvieron muy jóvenes. Mi madre tenía veintiún años y era estudiante, mi
padre tenía veinticinco años y era estudiante de postgrado. Más tarde,
se convirtió en profesor y mi madre se convirtió en jefa de un
departamento en una gran fábrica. Ella era ingeniera de profesión.
Si miro más profundo en la historia de mi familia, somos de clase
trabajadora, como en el fondo para muchas generaciones. Todos mis
antepasados trabajaban en los metales, y eran armeros que trabajaban
para el Estado, y estaban orgullosos de ello. La generación de mi madre
es la primera generación que tiene una educación universitaria. Antes de
la Revolución el hermano de mi abuela tuvo que empezar a trabajar en
una planta a la edad de nueve años, para ayudar a la familia.
Comparar mi situación como cambió en una sola generación tan corta y a
la vez con un mundo lejano. Así cambió tanto, que no teníamos que
preocuparnos de nuestro presente o nuestro futuro. Todo lo que se
requería de nosotros era que estudiáramos mucho. Los niños tenían diez
años de educación obligatoria (primaria y secundaria) a partir de los
siete años. Los niños fueron llamados a menudo "la única clase
privilegiada en la Unión Soviética".
Toda nuestra educación era totalmente gratuita y de muy buena calidad.
También disfrutábamos de varios clubes después de la escuela, podíamos
hacer deporte o aprender a tocar instrumentos musicales absolutamente de
forma gratuita. Había eventos especialmente pensados para los niños,
como los campamentos de verano, los palacios de pioneros, ferrocarriles
infantiles, las estaciones de infancia para los amantes de la naturaleza
(donde los pequeños podían practicar jardinería), etc., etc.
¡demasiadas actividades para mencionar en una breve entrevista!
Mis padres se divorciaron cuando yo sólo tenía dos años, y mi madre se
trasladó de nuevo con sus padres. Hasta los diecisiete años, yo vivía en
la misma casa con mi madre, mis abuelos y mi tío (el hermano menor de
mi madre). Mis abuelos estaban jubilados como trabajadores de la
fábrica. Mi tío, que era (y sigue siendo!), mi mejor amigo, es un
economista.
Nuestra vida era muy placentera, segura, en un lugar tranquilo, sin
estrés, en un medio ambiente natural, absolutamente libre de drogas, con
prácticamente ningún crimen. Había bastante seguridad social: si
alguien estaba haciendo algo mal, sus colegas o vecinos lo reprendían
para que rectificase. Cada adulto tenía empleo, con excepción de las
personas con discapacidad, voluntarios de ayuda social, si queríamos
salir del país lo podíamos realizar, y una gran protección de los
jubilados. La edad de jubilación era de cincuenta y cinco años para las
mujeres y sesenta para los hombres.
El pueblo soviético era también de los más alfabetizados del mundo. A
todo el arte era muy fácil de acceder. Las bibliotecas eran gratuitas.
Los libros, las obras de teatro, conciertos, museos y exposiciones eran
extremadamente baratos.
Tuvimos un derecho garantizado a la vivienda, el derecho a tener un
trabajo bien remunerado, y el derecho a unas vacaciones pagadas. Los
costos de vivienda eran extremadamente bajos. La gente pagaba solamente
por el agua y la electricidad, un tres o cuatro por ciento de sus
salarios en total. El Estado daba a la `población apartamentos de forma
gratuita, de por vida, y sus hijos podían quedarse a vivir allí, pero no
se les permitía venderlos. El transporte público era muy barato
también, así como la comida. La ropa para los niños y los zapatos
estaban subvencionados por el Estado. Los libros escolares se
suministraban de forma gratuita.